PANCHITO LÓPEZ

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-Te contaré un cuento.

“Panchito López era una niño bajito y esmirriado. Como era el más débil de su grupo muchas veces fue el blanco de los abusos de sus compañeros. Un día su padre se cansó de que le maltrataran al muchacho y decidió inscribirlo en una escuela de Karate.

Con todo y miedo, al principio Panchito le ponía mucho empeño a los ejercicios; pero, con el tiempo, le pareció que era mejor ir ahorrando esfuerzo y fingir como que hacía las series completas, aunque no las hiciera. Como su maestro no le dijo nada, él pensó que estaba logrando engañarlo. Y así pasó el tiempo.

Llegó el día en que tuvieron que ir a un torneo. En su primer combate a Panchito le tocó contra un practicante de Lima-Lama. Panchito pensó que lo vencería fácilmente pues la defensa y los movimientos con que se preparaba el muchacho eran más como los de una ardilla hiperkinética que como los de un verdadero practicante de arte marcial.

En cuanto el réferi dio la orden de iniciar el combate, Panchito lo único que alcanzó a ver fue cómo la ardilla hiperkinética se convertía en Flash Gordon y su último recuerdo fue una explosión de estrellas en su cara que haría palidecer de envidia a la Vía Láctea.

Parecía que ése era el momento para que Panchito tomara conciencia (aprovechando que había quedado más herido del orgullo que del cuerpo), pero la intención y el esfuerzo le duraron lo que el salario mínimo en la bolsa de un proletario. Y como el maestro no le decía nada de sus pequeñas trampas, pensó que lo estaba engañando. Y como seguía avanzando en la conquista de cinturones, pues pensó que no estaba del todo mal.

Un día, Panchito y sus primos decidieron que sería más divertido ir a comprar a Tepito que a Galería Santa Fe. Con la seguridad que da la juventud fueron hasta Tepis y, justo cuando ya iban de salida, les interceptaron unos atracadores con toda la intención de asaltarlos. Uno de los primos advirtió a los raterillos que más valía que no se metieran con ellos pues Panchito era una fiera en el karate. Los delincuentes tal vez no comprendieron el peligro al que se enfrentaban; el asunto fue que a Panchito y parientes les arrebataron sus pertenencias y les propinaron una golpiza que pudo pasar a mayores si no hubiera sido porque de milagro apareció una patrulla que hizo que se esfumaran los maleantes.

Pasado el susto, se percataron que Panchito no sólo había quedado como el ‘Santo Cristo de los Chipotes’, sino que, además, le habían herido con una navaja.”

-¿Y…?

-Nada, ahí termina la historia.

-Pues no entiendo… ¿Y por qué me cuenta eso?

-Tal vez espero te des cuenta que, cuando me entregas reportes de lectura de libros que no leíste, series de ejercicios que sólo transcribes o me envías reportes de investigación que copiaste, es una manera ingenua de pensar que es a mí a quien estás engañando. A fin de cuentas, en la vida lo que importa es lo que realmente sabes y las habilidades que has logrado desarrollar. Desgraciadamente, eso es algo que Panchito no ha entendido a estas alturas del cuento.

José Avisay Méndez Vázquez

Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos