LOS PIXELITOS

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Cierto día, al interior de “El Juicio Final”, el famoso fresco que realizó Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, surgió una acalorada discusión entre los pixeles que componen la pintura.

Todo inició porque uno de los pixeles que componían el manto de la Virgen argumentó que era superior a los pixeles oscuros que formaban parte del reino de los condenados. Alegó que él era más importante porque, estando en el manto, se hallaba más cerca de la Madre de Dios.

No bien lo hubo dicho, uno de los pixeles que formaban parte de un dedo de la imagen de Jesús dijo que en dado caso él era superior; la razón que daba es que no sólo formaba parte de la imagen de Cristo, sino que además estaba justo en la punta del dedo.

Y la discusión fue subiendo de tono pues todos encontraban razones para sostener su superioridad y descalificar la importancia de todos los demás.

Uno de los pixeles que formaban parte de un fondo oscuro les dijo:

—Yo creo que, en la composición de la obra, si consideramos el conjunto, en ella todos y cada uno de nosotros somos no solo importantes, sino insustituibles.

—En este mundo nadie es insustituible. Si no estás tú, no faltará otro que ocupe tu lugar.

El pixelito se mantuvo en silencio, pero quiso dar una lección a los pixeles que alegaban superioridad; así que despareció de la obra de Miguel Ángel y dejó un hueco de NADA en el lugar que antes había ocupado. No tardaron en seguir su ejemplo muchos de los pixeles que formaban parte de las partes más oscuras del fresco. El resultado fue que “El Juicio Final” terminó por verse como carcomido con muchos huecos de NADA.

Los pixeles “importantes” tomaron la situación con calma, decidieron que ellos podían sustituir a los pixeles que se habían rebelado y tomaron el lugar que habían ocupado los pixeles desaparecidos. El problema fue que al tomar el lugar que había sido de otros, dejaron un hueco en el lugar que ellos deberían de ocupar.

Al final, la hermosa obra que había sido “El Juicio Final” terminó siendo un esperpento sin pies ni cabeza en el que unas raras imágenes se mezclaban con enormes porciones de NADA.

El pixel oscuro que había iniciado la desbandada se ofreció a intervenir para que todos los pixeles rebelados volvieran a sus lugares. El pixel que había iniciado la discusión preguntó si iban a querer algo a cambio, a lo que el pixelito respondió:

—Creo que basta con que todos nos demos cuenta de una realidad: En esta obra que es el Plan de Dios ninguno de nosotros está de sobra. Todos tenemos una función individual que cumplir y nadie puede sustituirla sin echar a perder la obra completa.

José Avisay Méndez Vázquez

Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos