EL ESCORPIÓN (Cuento)

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―En verdad no sé cómo esta niña sigue ayudando a su supuesta amiga, si sólo es una persona que causa problemas y su vida es un desastre. Por más que le pido que se aleje de ella, nomás no hace caso.

Al abuelo miró detenidamente a su hija. Podía percibir la molestia que el asunto le causaba y alcanzaba a comprender su preocupación. Quería mucho a su hija y quería mucho a su nieta; así que la dificultad que había entre ellas también le causaba tristeza.

―Tal vez sería conveniente que no mostraras tanta oposición a su amistad… Y tal vez un cuento podría ayudarle a poner las cosas más en claro.

―Tú todo lo quieres arreglar con cuentos.

―Un sabio jasídico dijo que “la distancia más corta entre la inteligencia y la verdad es un buen cuento”.

―Tal vez no tenía una hija necia que no entiende de razones.

Se hizo un pesado silencio. Tras un momento, dejó sobre la mesa las papás que estaba pelando y agregó:

―Está bien, ¿cuál es el buen cuento?

Y el abuelo inició su relato.

―Esta es una narración que mi maestro de quinto de primaria hizo alguna vez. Como verás, han pasado muchos años, así que lo contaré como la memoria me permite recordarlo:

“Un monje pasaba cerca de un pequeño lago cuando vio que un escorpión intentaba salir del agua sin poder lograrlo. Tratando de ayudarlo, el monje lo tomó con la mano. Casi al instante, el escorpión lo atacó con su aguijón, así que el monje lo soltó.

Pasó un momento y el monje volvió a intentar sacarlo del agua. Otra vez, el escorpión buscó picarlo con su aguijón y el monje lo soltó nuevamente.

Fue entonces que se oyó una carcajada. Al levantar la mirada, el monje vio a un hombre que se reía estruendosamente. Pasada la risa, el hombre le dijo:

―No sé cómo un monje como tú tiene fama de sabio si es tan tonto como para intentar ayudar a un escorpión que sólo le hará daño.

―El escorpión ―dijo el monje― atacará si percibe peligro: esa es su naturaleza. Yo buscaré ayudar a quien necesite ayuda: esa es mi naturaleza. Ni el escorpión ni yo tenemos que cambiar lo que naturalmente somos. Lo que yo debo hacer no es dejar de hacerle bien, sino sólo ser más prudente y precavido.

Así que el monje tomó dos varitas que estaban cerca de él y, ayudándose de ellas, sacó al escorpión del agua.”

Y tratando de enfatizar sus palabras, el abuelo agregó:

―Lo que tu hija necesita no es cambiar su naturaleza que le mueve a hacer el bien, sino comprender cómo hacer el bien sin que por ello sufra daño.

José Avisay Méndez Vázquez

Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos