REGALOS (Fábula)

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Cuando la familia de osos llegó a vivir al bosque se encontraron con que todos los animales que ahí vivían, lejos de aceptarlos como esperaron que sucediera, los trataban con desconfianza y guardaban una incómoda distancia.

Como pasaba el tiempo y, por más esfuerzo que hacían los osos por congraciarse, no cambiaba la actitud de los otros animales, mamá osa sugirió que era el momento de organizar una fiesta con el pretexto del próximo cumpleaños de papá oso.

Y así lo hicieron. Planearon minuciosamente la fiesta e hicieron llegar a todos los vecinos la invitación al convivio.

Mamá osa, que era una excelente cocinera, preparó para la ocasión los más deliciosos platillos. El aroma de su tarta de manzanas y de su sopa de zetas y de su lasaña de zanahorias invadió hasta los más lejanos rincones del bosque.

Los animales percibieron esos deliciosos aromas y, a pesar de la desconfianza, concluyeron que tales platillos sólo podrían ser preparados por animales de buen corazón; así que decidieron dar una oportunidad a los osos y aceptar la invitación e ir a la fiesta.

Uno a uno fueron llegando los animales a la casa de la familia de osos; iban acompañados de sus familias y llevaban espléndidos regalos, muchos con ingeniosas tarjetas en las que expresaban sus deseos de felicidad.

Al momento de recibir cada uno de los regalos, papá oso entregaba un tarro de miel deliciosa que él mismo se había encargado de recolectar y envasar, y acompañaba personalmente a la familia a las mesas que habían dispuesto alrededor de una pista de baile.

La fiesta inició y transcurrió alegremente hasta que llegó la serpiente. Ella llevaba como regalo una canasta con desperdicios que había robado a los animales carroñeros que habitaban en las afueras del bosque. Con melosas y falsas palabras dijo a papá oso que llevaba de obsequio lo más exquisito que había podido encontrar para estar a la altura del buen paladar del anfitrión.

Los invitados escucharon con incomodidad las palabras de la serpiente, pero no les cayó de extraño pues ella siempre hablaba negativamente de los osos, a los que calificaba despectivamente de advenedizos.

Para sorpresa de todos, papá oso recibió con alegría el obsequio de la serpiente y, al igual que había hecho con todos, le obsequió un tarro de la deliciosa miel que había dado a los demás invitados. Y con la misma alegría acompañó a la serpiente a que ocupara un lugar en una de las mesas.

La fiesta continuó. La comida era abundante y deliciosa. Pronto la pista se llenó de invitados que bailaban la música interpretada por una banda que mamá osa había contratado para la ocasión.

Mientras el jolgorio seguía, un anciano conejo no pudo mantener su curiosidad y se acercó a papá oso. De sopetón le preguntó por qué a la serpiente le había dado miel si el regalo que le había dado eran sólo restos de carroña.

Papá oso le contestó:

―Mi querido señor conejo, yo acepto con agradecimiento y doy con alegría.

―Pero, señor oso, lo que la serpiente le…

―Mi estimado amigo ―interrumpió el oso con cordialidad―, cada quien da lo que tiene.

José Avisay Méndez Vázquez

Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos