JAQUE MATE (Cuento)
―Pues por su etimología está compuesta del prefijo “re”, que significa “otra vez”; el lexema se deriva del verbo latino “salire”, que significa salir, botar; “encia” es el sufijo que significa “cualidad de”. Por el sufijo, sabemos también que podrá derivarse con el sufijo “ente”, que indica el agente en un participio activo. La palabra en sí sería “resaliencia”, pero por cambio de eufonía en el proceso de romanceamiento evolucionó a resiliencia.
El abuelo guardó silencio un momento, mismo que aprovechó para tomar aire antes de rematar:
―Y tal vez te convenga tener en cuenta que inicialmente la definición hacía referencia a que la resiliencia es una cualidad de ciertos materiales que, aun cuando son sometidos a una fuerza externa, pueden recuperar su estado inicial. Un ejemplo sería una liga que, aunque la estires, una vez que dejas de aplicarle la fuerza deformante es capaz de recuperar su estado inicial.
Dejó de prestar atención a su nieto justo cuando su compadre avanzó un caballo y pronunció con cierto júbilo:
―¡Jaque mate, compadre!
―Ni lo festeje tanto, compadre; fue por que me distraje explicándole a mi nieto.
―Pues no sé para qué le quitó el tiempo, esa información fácilmente la hubiera encontrado en internet. Lo sorprendente es que sigan matando el tiempo dejando esas tareas que sólo dan información y de ahí no dan para más.
―Pues yo sí tengo al menos dos preguntas más ―interrumpió el nieto.
Ambos viejos lo voltearon a ver. Por su cara de extrañeza parecía como si fuera de sorprenderse que un joven de 15 años pudiera cuestionar más allá de lo que le habían dejado de tarea.
―La primer pregunta es ¿en qué sentido se aplica la palabra a las personas?
―Yo creo que es por metáfora ―se adelantó el compadre.
―Pues a mí me parece que se aplica de manera literal. Y el ejemplo sería como cuando una persona cae en un pantano (que sería como el problema) y logra salir. Re-sale. Es textual, no es metáfora.
―Entonces ―atajó el nieto antes de que la discusión entre los viejos pasara a mayores― la resiliencia sería la capacidad de lograr salir de los problemas o dificultades.
―Pues sí ―dijo el abuelo―, esa podría ser una definición. ¿Y cuál sería la otra pregunta?, porque dijiste que tenías al menos dos.
― Pues sí tengo otra pregunta, pero es como que más personal: ¿Por qué algunas personas son resilientes y otras parece que no lo son? ¿Por qué algunas personas pueden salir de los problemas y afrontar el sufrimiento, y otras se dejan vencer fácilmente por las dificultades o ni siquiera saben cómo enfrentarlas?
―Pues si aceptamos que la resiliencia es una cualidad ―dijo el abuelo―, entonces lo más fácil sería decir que hay personas que la tienen y otras que no. Como si fuera algo genético.
Como restando importancia al comentario, intervino el compadre:
―Yo por eso prefiero entender la resiliencia como si fuera otra manera de designar la fortaleza, esa virtud de la que hablaban ya desde la filosofía antigua y que junto con la prudencia, la justicia y la templanza integraban las virtudes cardinales.
El joven se le quedó mirando un momento antes de decirle:
―Suena bonito, pero no me dice nada.
―Creo que busca remarcar que ―dijo el abuelo― la fortaleza se definía como virtud. Y se insistía en que la virtud es un “hábito bueno de la mente”; lo que implica que es un trabajo personal que han de realizar las personas, porque el hábito sólo se logra por la repetición. Y la repetición es un trabajo de disciplina que sostiene la voluntad. Así que si lo trasladamos a tu pregunta, implicaría que las personas resilientes lo son porque antes han cultivado la virtud, y la han cultivado con un disciplinado trabajo de voluntad.
―Pero seguiría estando incompleta la respuesta ―agregó el compadre―. Y tal vez un ejemplo nos pueda ayudar. Cuando los nazis encerraron a Viktor Frankl en un campo de concentración, éste ya había desarrollado los principios de la Logoterapia y el Análisis Existencial, era ya un respetable psicólogo que atendía a pacientes que buscaban remedio a sus males encontrando un sentido a su vida. Pues bien, Frankl se propuso, cuando lo encerraron, que lograría tres objetivos: salir con vida del campo de concentración, poner a prueba lo que el sostenía como Análisis Existencial y ayudar a cuantos más pudiera de entre los que estaban encerrados con él. Logró las tres cosas y creo que puede considerársele un buen ejemplo de resiliencia.
―Pues no alcanzo a ver cómo el ejemplo completaría la respuesta que había dado mi abuelo al hablar de la fortaleza como virtud ―intervino el muchacho.
―Y tienes razón. Lo que sí completa la respuesta se encuentra en una cita del texto en que habla de su experiencia en el encierro. Frankl cita a Nietzsche: “El que tiene una razón para vivir puede soportar cualquier cosa”. En alguna traducción decía “puede soportar casi cualquier cosa”. Yo personalmente prefiero la frase así: “El que tiene una razón para vivir puede sobreponerse a casi cualquier cosa”.
―¿Lo que usted intenta decirme es que no basta crear hábitos a fuerza de disciplina para ser resiliente, sino que además esa voluntad debe estar como impulsada por una “razón para vivir”?
―Exacto.
Y fue como un golpe en la cabeza. Al muchacho se le iluminaron los ojos antes de decir lo que acababa de descubrir.
―¡Y esa “razón para vivir” me la muestra la inteligencia! Por eso tiene sentido leer, por eso tiene sentido estudiar lo que otros han dicho, por eso tiene sentido analizar las palabras, por eso tiene sentido que me den clase de filosofía: porque me pueden aportar razones para vivir.
―¿Y crees tú que basta con conocer esas “razones para vivir”? ―atajó el compadre.
El muchacho guardó silencio. Por los movimientos de su rostro se veía que muchas ideas rondaban por su mente.
―Parece que no: hay muchas personas muy informadas pero que no tienen “razones para vivir”.
―¿Y por qué no las tienen?
―Creo que es porque no AMAN a alguien o a algo ―dijo el muchacho, mientras sus ojos se iluminaban nuevamente, pero ahora con comprensión y serenidad.
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Justo antes de que el compadre hiciera su jugada, le dijo al abuelo.
―Por cierto, no le argumente más para no incomodarlo frente al muchacho, pero sigo considerando que la aplicación que se hace del término resiliencia a las personas es en sentido metafórico y no textual.
El abuelo levantó la mirada y, justo cuando iba a replicar, vio como su compadre avanzaba con el caballo y jubiloso le decía:
―¡Jaque mate, compadre!
José Avisay Méndez Vázquez
Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos