LA CARTA DE DON PEDRO ANTONIO (Cuento)
Apenas asomaban los primeros rayos del sol ese 6 de enero de 2021 cuando sonó el timbre de su celular. Al contestar, escuchó la voz de su padre, don Pedro Antonio Sánchez Mayor.
-San Pedro me habló hace un momento.
Estuvo a punto de soltar la carcajada: grave sería la situación como para que el descreído de su padre aceptara siquiera la posibilidad de que San Pedro exista… y ahora le decía que hasta hablaba con él.
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Los tres Reyes Magos llegaron a las puertas del cielo y fueron recibidos por San Pedro. Habían terminado de entregar los regalos que les habían solicitado los millones de niños en el mundo, pero aún les faltaba cumplir con la última petición. Y es que habían recibido la siguiente carta.
Queridos Reyes Magos:
Les doy las gracias porque siempre me han traído los juguetes que he pedido; pero este año lo único que quiero es que me hagan el siguiente favor.
Mi abuelo es quien ha escrito la carta que les mando en el sobre rojo y quiere que llegue directamente a las manos de Dios. Al principio me sorprendí porque desde hace tiempo él no va a la iglesia, pero fue tanta la angustia que vi en sus ojos que le dije que yo vería cómo hacer que la carta llegue a su destinatario.
Por favor, como regalo de reyes, les pido que entreguen la carta que mi abuelo escribió para Dios.
Atentamente
Pedro
San Pedro tenía serias dudas como para permitir que los Reyes Magos entregaran a Dios la carta que había escrito su tocayo. Tanto para él como para los tres Reyes era conocida la mala fama del abuelo de Pedro: don Pedro Antonio Sánchez Mayor era un anarquista descreído que se había convertido en uno de los críticos más feroces de las instituciones religiosas y del gobierno; así que el riesgo era que la dichosa carta fuera un panfleto horroroso en contra de la divinidad o una petición para al menos zarandear al presidente del pueblo.
-Pues nosotros también tenemos nuestros resquemores, pero nuestro compromiso es cumplir con el deseo que el niño expresó en su carta. Porque no hace falta que les explique que la carta de un niño a los Reyes Magos es un contrato ineludible en el que ambas partes se comprometen a dar cabal cumplimiento.
-Pues él no parece haber establecido ningún compromiso.
-Claro que sí. En la “post data” él se compromete a no rezongarle a su madre cuando le esté llamando la atención. Y teniendo presente cómo se las gasta la mamá, pues sí es un compromiso muy admirable.
Así que, una vez superadas las objeciones, se apresuraron a entregar la carta antes de que el sol saliera para cumplir a tiempo con la encomienda.
Los tres Reyes Magos se presentaron ante Dios como hace más de dos mil años se habían presentado ante el Niño. Ahora no traían oro, incienso y mirra como en aquella ocasión, sino sólo la carta contenida en el sobre rojo.
Hicieron una reverencia, depositaron la carta y, sin pronunciar palabra, se arrodillaron e inclinaron la cabeza hasta tocar el suelo. Acto seguido se pusieron en pie y salieron de la estancia en absoluto silencio.
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San Pedro se presentó ante Pedro Antonio Sánchez Mayor y le dijo:
-Dios ha recibido tu carta y te hace saber que ha escuchado tus peticiones.
Cuando Pedro Antonio se enderezó en la cama, San Pedro había ya desaparecido.
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Casi al mismo tiempo, el presidente municipal recibió la visita del mismo santo. Después de escuchar las palabras del mensajero celestial, el munícipe se levantó de la cama temblando y con el sudor escurriendo por su frente. Justo cuando hablaba por teléfono para dar imperiosas instrucciones a su secretario particular, no pudo controlar más la situación y corrió al baño presa de una urgencia estomacal.
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Dios tomó la carta que había sacado del sobre rojo y la volvió a leer.
Querido Padre Dios:
Te escribo desde el dolor y el miedo, desde la soledad y la angustia.
He visto cómo gente muy cercana ha caído víctima de esta enfermedad y quedar abandonados a su suerte en un hospital, alejados de cualquier compañía y consuelo. Y he visto también el calvario que ha significado para muchas familias el poder acceder a un servicio médico, vagando días enteros de hospital en hospital, con lágrimas de impotencia, suplicando que los reciban en alguno.
Te imploro que concedas la salud a esos enfermos y que des fortaleza a todas las familias que atraviesan por tan dolorosa situación. Te lo pido con lágrimas en los ojos.
Bendice y protege a todos los médicos y enfermeras: esos verdaderos héroes que han sacado valor del fondo de sus nobles corazones. Cuida también a todos los sacerdotes (mira quién viene ahora a pedirte por ellos) que corren un grave riesgo con tal de llevar alivio espiritual a los enfermos y a sus familias.
Protege a todos los que tienen necesidad de salir a trabajar para llevar el pan a sus familias. Y a los que pueden quedarse en casa ayúdales a sobrellevar la carga del encierro.
Te pido, Señor, por todos los profesores de mi nieto, y por todas las profesoras y profesores de todos los niños y jóvenes. Concédeles espíritu de sabiduría, paciencia, creatividad, ingenio y una buena dosis de fe. Permíteles ver los frutos de su trabajo para que no desesperen ni pierdan la pasión de su vocación.
A nuestros jóvenes y niños infúndeles espíritu de alegría y esperanza; que no sucumban a la apatía ni al cinismo, y líbralos de caer en la depresión y el sinsentido de la vida.
A las madres de familia que han visto aumentar la carga de su trabajo, dales fortaleza. Bendice sus hogares con armonía, paz, prudencia y amor.
Danos a todos la salud del cuerpo, limpia nuestros pensamientos, purifica nuestra alma y aléjanos de todo mal.
Yo sé que los humanos somos una especie necia e insensata, llena de pretextos hasta para usar un cubrebocas, y que somos tan egoístas e irresponsables que muy bien podríamos merecer un nuevo diluvio universal; pero recuerda que todos y cada uno de nosotros somos hijos tuyos y hoy necesitamos de tu auxilio.
No pretendo ponerte a prueba ni pido que esto sea una señal de que escuchas mi oración, pero cerca de mi casa hay un Asilo de Ancianos y algunos han enfermado. Los vecinos hemos pedido, suplicado, exigido y amenazado a nuestro presidente municipal para que les presten atención inmediata. En su insensatez respondió que había otras prioridades (como si por ser ancianos fueran sustituibles) y que tendremos que aceptar que habrá muchas pérdidas humanas. Por favor, algo podrás hacer Tú como para que ese hombre despierte y salga de su inercia existencial.
Perdona si soy imprudente en mis palabras. No es la muerte lo que me asusta porque es parte del ciclo de la vida; lo que me aterra es el opresivo sufrimiento por el que están pasando muchas personas a las que conozco y amo.
Te lo pido como hijo. Atiende a todas las lágrimas de dolor y desesperación que se están derramando en el mundo y danos tu ayuda. Estamos en tus manos. No nos desampares en este momento de dolor.
Te quiere
Pedro Antonio Sánchez Mayor
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Antes del mediodía, Pedro Antonio contempló desde su ventana cómo llegaban al asilo dos ambulancias. Con ojos llorosos agradeció al cielo que finalmente llegara la ayuda que tanto habían solicitado los vecinos.
-Vaya que son eficientes los servicios celestiales ―murmuró para sí.
Se apresuró a marcar a su nieto para darle la buena noticia, aunque se quedó con la incógnita de cómo habrían logrado que el lerdo del presidente municipal hubiera reaccionado con tal rapidez.
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Casi oscurecía ese 6 de enero de 2021. San Pedro y San Pablo disfrutaban de una deliciosa taza de café colombiano. San Pablo observó esa sonrisa de satisfacción con que su contertulio disfrutaba de su bebida y no pudo reprimir su curiosidad.
-Sé que nuestro Maestro te encargó una misión. Y como aquí las noticias corren rápido, sé que lograste que el presidente municipal atendiera una de las peticiones de la carta que el abuelo de Pedro hizo en su carta. Me pregunto cómo hiciste para convencer a ese hombre de que ayudara a los ancianos del asilo.
-Fue muy simple. Le dije que si no daba inmediatamente la ayuda que los ancianos necesitaban, la siguiente vez que lo visitara sería para traerlo al reino celestial a pasar una estancia indefinida escuchando los coros de los ángeles.
San Pablo lo miró con desaprobación.
-Qué quieres que te diga―continuó San Pedro―, aunque todos los hombres somos hijos de Dios, sólo unos pocos tienen la capacidad de conmoverse por amor, como el abuelo de Pedro; otros, como el presidente municipal, sólo reaccionan ante el miedo… Y aunque pregona a los cuatro vientos que ama mucho a Dios, parece que no tiene ninguna prisa por estar en Su presencia.
José Avisay Méndez Vázquez
Director de la Compañía de Teatro del Colegio Argos